Hoy, ya puedo decir que Leo ha decidido dejar de tomar teta. Tres años y medio. ¿Y qué más da si el tiempo no existe más que en nuestra mente, como dicen?
Ser madre me ha hecho ver la vida con otras gafas: más amorosa, más empática, más cálida. Y sí, el aprendizaje es mío pero tú, hijo mío, has sido mi guía.
Me has regalado tantas lecciones en tus actos, que me emociono con solo mirarte. Tan pequeñito y tan lleno de sabiduría. Estos locos bajitos...
Y te destetas ahora, cuando ya estaba tu hermano Jon en el mundo y yo (qué ingenua, de nuevo me enseñas a vivir en el aquí y ahora) me preocupaba, anticipándome, por no saber lo que me esperaba.
Las semanas previas a tu destete definitivo, todo eran enfados. Y papá y yo no entendíamos qué pasaba. Querías teta ya y ahora. La pedías insistente y autoritario, como nunca lo habías hecho. Después de unos días, yo hallé en tus ojos la respuesta y te intentaba acunar como a un bebé, tal y como me pedías, recordándote que mamá estaba ahí y lo iba a estar siempre, más allá de este plano físico que hoy nos une.
Has sabido, dentro de lo que ello implica, compartir con tu hermano tu alimento. En solo varios meses has sabido esperar aunque te doliera y lo mostraras. Alguna que otra noche, dolorosa para mí, te dormiste sin el pecho, pues tu hermano me reclamaba y el sueño ganaba (ahí estaba papá para mecerte y reconfortarte, menos mal).
Nuestra lactancia comenzó siendo muy difícil, pero ambos superamos todas las pruebas (mientras escribo esto, duermes a mi lado y te oigo respirar y te veo tan grande, tan bonito, tan noble).
Recuerdo a los ocho meses sufrir una huelga de lactancia que me dejó descolocada, pues no estaba preparada para ello tan pronto. Fue una falsa alarma que me hizo valorar completamente el regalo tan bonito que me estabas haciendo.
Y ese regalo se mantuvo estable hasta que me quedé embarazada y vi que la sensibilidad que sentía en mi cuerpo no era compatible con dar de mamar. Tú te negabas a no hacerlo y, entonces, llegamos a un pacto: tomarías teta hasta que, en esa toma, mamá sintiera dolor. Para compensar, habría después una gran sesión de besos, cuentos y abrazos. Y así, del llanto que no podía consolar y de tus '¿por qué, mami?', pasamos a la aceptación.
Yo tuve momentos de querer dejarlo, pero no te veía preparado. Así que consideré que este proceso lo llevaríamos a medias los dos, yo tampoco me veía preparada. Después de las dificultades iniciales y de los momentos tan tiernos contigo al pecho, de tantas y tantas mañanas mamando y tardes y noches, no quería finalizar esta etapa sin consenso. Tú me mostrarías el camino.
La mañana que viniste al hospital a verme y a conocer a Jon, me pediste teta. Yo te di. En esas gotas de leche también iban las lágrimas que me iba aguantando, al ver que ya no ibas a tenerme a libre demanda. Ya no eras tú. Había que multiplicarse y sumar. Qué difícil ha sido a veces. Qué reconfortante veros juntos, uno en cada teta. Como la loba que alimenta a su prole sin miedo ninguno, viviendo en el más absoluto presente.
Gracias, hijo. Gracias siempre por elegirme. Por elegirnos. Por enseñarme que, en la vida, hay que improvisar y jugar. Por quererme en el peor de mis días, por llenar mi mente de frases bonitas y regar mi corazón con dulces miradas.
Una etapa hemos cerrado. Después de unos días sin pedirme teta a finales de enero, yo caí en que algo pasaba. Me decías muy a menudo 'mamá, te quiero', 'guapa', 'necesito un abrazo'.
A primeros de febrero, después de días sin mamar, me pediste que te acunara como a un bebé y te dormiste en mis brazos. Te dormiste mirándome a los ojos y, por un instante, me transporté a tantos momentos que habíamos vivido en esa postura: tú en mi pecho, mirándonos con amor y cercanía. Era una despedida. Así lo intuí. Hubiera alargado ese momento una eternidad. Pero ahora yo también lo acepté.
"La lactancia materna es mucho más que comida. Es una forma de relación física y afectiva, es contacto frente a la soledad, consuelo frente a la tristeza, seguridad para descubrir el mundo, anestesia para el dolor..."
Carlos González.
Esta entrada fue escrita el 8 de marzo de 2019. Y, de nuevo, Leo me ha seguido enseñando. La teta no acabó, hemos seguido en tándem hasta hace unas semanas. Estamos a abril de 2020, Leo va a cumplir 5 años y esta entrada ha estado guardada todo este tiempo.
Es verdad que las tomas eran muy esporádicas pero también generaban algunos conflictos entre Jon y él. A los dos días de decretarse el estado de alarma, te operaron de peritonitis y, tras días ingresado con papá en el hospital, llegasteis a casa. Esos dos días siguientes fueron intensos: había rabia acumulada, tensión, reproches...Yo no había podido estar contigo en el hospital, pues nos aconsejaron que solo uno se quedara y no turnarnos. Tú aún preguntas, porque no comprendes que yo no fuera...
Lo primero que me pediste fue teta. Y a mí me apeteció mucho hacerlo, para acogerte de nuevo en mis brazos y mirarte muy cerca.
Después de varios días, entendí que la lactancia en tándem había llegado a su fin, porque yo estoy preparada para hacerlo y tú lo entiendes. Siento que esta etapa la puedo cerrar y lo hago desde el amor más absoluto. Porque abrazos, besos y caricias, te daré mientras viva.
Cómo sonrío al recordar ahora lo que siempre le dices a Jon: 'toma mucha teta para que te pongas tan grande como yo'. ¿Es o no maravilloso?
No quería terminar sin dar las gracias al otro hombre de mi vida. Al que me sostiene y levanta. Aquel que más apostó (y ayudó) porque esa lactancia fuera posible. Gracias, amor.